La Sociedad Mundial para la Protección Animal (WSPA, por sus siglas en inglés) anunció que cada año 135.000 focas y cetáceos se enredan en las redes de pesca que flotan en los océanos.
Esta cifra fue dada a conocer por la organización como parte de su reporte “Atrapados”, durante el primer Simposio Mundial sobre Bienestar Animal, Enredamientos y Basura en el Mar, realizado en la ciudad de Miami en diciembre del 2012.
“Las botellas y bolsas plásticas, latas, cuerdas y todo tipo de desechos que las personas lanzan a mares y ríos son contaminantes y causan sufrimiento a miles de animales que lo habitan”, dijo durante el encuentro Ricardo Jiménez, representante de WSPA Sudamérica.
Cuando las artes de pesca (mallas, anzuelos, redes) se vierten al mar, pese a la prohibición en tratados internacionales, los delfines quedan a merced de enredos. Si esto sucede en la aleta de la cola, la movilidad del animal se ve afectada porque este es el órgano propulsor que le permite desplazarse y nadar en busca de alimento. Y al no poder alimentarse ni moverse, fallece. Caso similar es el de las tortugas marinas, cuyas aletas también se enredan en las redes abandonadas en el mar.
Los reptiles y mamíferos marinos necesitan tomar aire de la atmósfera, y al no poder salir a la superficie, debido a los desperdicios, se ahogan.
Las aves marinas sobrevuelan el mar y se lanzan en picada para cazar. Eventualmente coinciden con aros plásticos y otros desechos que se adhieren a sus patas. Los aros plásticos que se utilizan en empaques de bebidas también se ensartan en los cuellos de lobos marinos jóvenes, lo cual les genera laceraciones a medida que van creciendo.
“En el caso de las tortugas marinas, que se alimentan de malaguas o anémonas, suelen confundir las bolsas plásticas con el alimento y las ingieren”, comenta David Montes, biólogo veterinario perteneciente a la ONG peruana Pro Delphinus.
Especialistas de esta organización realizaron hace unos años un trabajo de campo en Sechura, en el que el doctor Montes participó. Analizaron los estómagos a un grupo de cadáveres de tortuga, y encontraron en todos envolturas de golosinas, bolsas plásticas e incluso toallas higiénicas.
Esta realidad es de alcance global. De acuerdo con estadísticas de la organización ecologista Greenpeace, 6,4 millones de toneladas de basura son vertidas en los océanos anualmente. Entre el 60% y el 80% son materiales plásticos.
En 1997 Charles Moore, un navegante inglés, descubrió lo que él llamó el continente plástico: un enorme cúmulo de basura con una extensión de 1’400.000 km2, ubicado en el Océano Pacífico norte.
Esta cifra fue dada a conocer por la organización como parte de su reporte “Atrapados”, durante el primer Simposio Mundial sobre Bienestar Animal, Enredamientos y Basura en el Mar, realizado en la ciudad de Miami en diciembre del 2012.
“Las botellas y bolsas plásticas, latas, cuerdas y todo tipo de desechos que las personas lanzan a mares y ríos son contaminantes y causan sufrimiento a miles de animales que lo habitan”, dijo durante el encuentro Ricardo Jiménez, representante de WSPA Sudamérica.
Cuando las artes de pesca (mallas, anzuelos, redes) se vierten al mar, pese a la prohibición en tratados internacionales, los delfines quedan a merced de enredos. Si esto sucede en la aleta de la cola, la movilidad del animal se ve afectada porque este es el órgano propulsor que le permite desplazarse y nadar en busca de alimento. Y al no poder alimentarse ni moverse, fallece. Caso similar es el de las tortugas marinas, cuyas aletas también se enredan en las redes abandonadas en el mar.
Los reptiles y mamíferos marinos necesitan tomar aire de la atmósfera, y al no poder salir a la superficie, debido a los desperdicios, se ahogan.
Las aves marinas sobrevuelan el mar y se lanzan en picada para cazar. Eventualmente coinciden con aros plásticos y otros desechos que se adhieren a sus patas. Los aros plásticos que se utilizan en empaques de bebidas también se ensartan en los cuellos de lobos marinos jóvenes, lo cual les genera laceraciones a medida que van creciendo.
“En el caso de las tortugas marinas, que se alimentan de malaguas o anémonas, suelen confundir las bolsas plásticas con el alimento y las ingieren”, comenta David Montes, biólogo veterinario perteneciente a la ONG peruana Pro Delphinus.
Especialistas de esta organización realizaron hace unos años un trabajo de campo en Sechura, en el que el doctor Montes participó. Analizaron los estómagos a un grupo de cadáveres de tortuga, y encontraron en todos envolturas de golosinas, bolsas plásticas e incluso toallas higiénicas.
Esta realidad es de alcance global. De acuerdo con estadísticas de la organización ecologista Greenpeace, 6,4 millones de toneladas de basura son vertidas en los océanos anualmente. Entre el 60% y el 80% son materiales plásticos.
En 1997 Charles Moore, un navegante inglés, descubrió lo que él llamó el continente plástico: un enorme cúmulo de basura con una extensión de 1’400.000 km2, ubicado en el Océano Pacífico norte.
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